P. Chava, SVD |
Domingo, 3 de enero de 2016
3 de enero de 2015
Eclesiástico 24,1-2.8-12; Salmo 147,12-13.14-15.19-20;
Efesios 1,3-6.15-18; Juan 1,1-18
El sentimiento que genera vida es el amor; porque
quien ama es capaz de hacer cosas por amor, movidas por el amor a su familia, a
sus seres queridos, en fin dedica tiempo, experiencia, entusiasmo para que
salga lo mejor posible para agradar y satisfacer las necesidades de sus seres
amados. Ese sentimiento fue lo que impulso a Dios para que se encarnara su
Hijo: Jesús, que es el Verbo Divino.
En el libro de Eclesiástico, señalan Sión como el
lugar sagrado en el que consagraran un Templo y un pueblo, Jerusalén se convertirá
en referencia como lugar de encuentro entre Dios y su pueblo. Y eso es la
esperanza del Pueblo de Israel como dice el Salmo 147 La
Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
En la carta a los Efesios vemos que Jesús nos trae una
gran bendición de Dios al encarnarse, pues se revela parte del misterio de
Dios: Dios es amor y en consecuencia, como acto de amor, se encarna para estar más
cerca de nosotros: por eso la encarnación de Jesús nos eleve a una dignidad de
Dios con nosotros o Dios con su pueblo, nos coloca a la misma dignidad de ser
sus hijos.
P. Chava, SVD |
En el evangelio en el Prólogo de san Juan: nos sintetiza
el misterio de la economía de la salvación de Dios, es decir el proyecto que
Dios tiene para la humanidad: pues primero crea todo cuanto existe, siendo el
hombre el culmen de su creación; el Señor decide irrumpir en la historia de la
humanidad en circunstancias concretas: un pueblo en una época y sus circunstancias:
oprimido por el imperio de la época. Jesús es el Verbo Divino que existía desde
siempre y se encarna, en la realidad del pueblo de Israel, muchos rechazaron a
Jesús pero los que lo llegaran aceptarle se convirtieron en sus seguidores y al
mismo tiempo participaron de la dignidad de ser hijos adoptivos en el Señor.
El mundo se deja llevar por la indiferencia, por la
frialdad del rechazo y exclusión, donde sólo el que produce es útil y el resto
se convierte en escoria desechable. Por eso el amor de Dios nos vino a recordar
que somos personas e hijos de Dios, al unirnos con Jesús, en la fe y los sacramentos
nos transmite la dignidad de recordar que somos hijos de un mismo Padre: Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habito entre nosotros.
Con el nacimiento de Jesús: nos damos cuenta que Dios
es Uno y Trino, que nos ama tanta que quiere estar con nosotros; y nos regenera
al recordarnos que somos sus hijos adoptivos en la fe en Cristo, insertos en
distintas comunidades con sus circunstancias y desde ahí daremos razón de
nuestra fe.
P. Chava, SVD |
P. Chava,
SVD: Misionero del Verbo Divino, Vicario de la Parroquia Virgen del Alba,
Alcorcón, (Diócesis de
Getafe), Madrid, España.
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