Ezequiel 18,25-28; Salmo 24; Filipenses 2,1-11; Mateo 21,28-32
Domingo, 1 de octubre de 2017
P. Chava, SVD |
P. Chava, SVD |
En la primera lectura el
profeta Ezequiel apela a conciencia individual de cada creyente, para que opte
por el recto camino y se convierta, deje de obrar el mal para salvar su alma y
su cuerpo, en fin su vida y la de su pueblo. Pues quien cree en el Señor y su
misericordia se salvará por sus obras buenas. Salmo 24 “Recuerda,
Señor, que tu misericordia es eterna”.
En la segunda lectura San
Pablo desde su prisión escribe a los Filipenses que permanezcan en la unidad en
un mismo amor y en un mismo sentir en Cristo, dejar de tener envidio y odio al
otro, para unir voluntades en un mismo proyecto de evangelización. Añade un
relato teológico, al afirma que Jesús renuncio a su condición divina para
asumir su condición humana en su totalidad, se hizo esclavo de todos y con su
vida en prenda salvo a la humanidad entera, por eso toda rodilla se dobla ante
su nombre y su presencia.
En el evangelio Jesús nos
advierte la importancia de escuchar a Dios y hacer su voluntad, pues nos llevan
por la delantera aquellos que estaban en pecado y cambiaron de vida, para
mostrar que entiende la voluntad de Dios. La obediencia y la fidelidad a Dios
es garantía de continuidad de amor y salvación. Pero somos libres y decidimos obedecer
sí o no a Dios, por tanto somos los dueños de nuestro destino.
Habla Señor tu siervo escucha, pues Tú tienes palabras
de vida eterna, y cuanto de deseas y quieras de mí con humildad y prontitud cumpliré
conforme a mis circunstancias. Señor aquí estoy para hacer tú voluntad, pues generas
vida en mí para dar vida. Que tu amor y tu Reino se haga realidad aquí y ahora.
P. Chava, SVD: Misionero del Verbo
Divino, Vicario de la Parroquia Nuestra Señora de Altagracia, Diócesis
de Madrid, España.
P. Chava, SVD |