P. Chava, SVD |
Sabiduría 11,22–12,2; Salmo 144; Tesalonicenses 1,11–2,2; Lucas 19,1-10
Domingo, 30 de octubre de 2016
Dios nos
ama, nos cuida, nos guía. Para Dios la humanidad es su mayor tesoro, por eso se
hace presente en nuestras vidas cuando menos lo esperamos.
En la primera lectura: el libro de sabiduría, hace un
gran alago a Dios y le reconoce como el artífice de toda la creación; toda la
creación guarda en su origen y en su esencia el espíritu inmortal de Dios; el
Señor nos ama, porque somos obra de su amor, por tanto no quiere perder nada,
en ese sentido espera paciente la conversión del hombre que se desvía de sus
designios; confía en que nos salvaremos por su amor. En gratitud los hombres
cantaremos Salmo 144 “Bendeciré tu
nombre por siempre, Dios mío, mi rey”.
P. Chava, SVD |
En el evangelio, descubrimos a un personaje curioso que
quiere conocer a Jesús, lo impactante de este día fue que Jesús se fijó en él:
en “Zaqueo que es bajo de estatura y recaudador de impuestos”; Jesús insistió en
entrar en casa de este hombre para visitarle y para comer, y ante la admiración
todos surge la conversión de Zaqueo, a tal grado de recomponer su vida y
prometer devolver el dinero robado y ser más justo con los demás. Jesús con
alegría dice que la salvación ha llegado a esta casa.
Cuando Dios entra en nuestras vidas, suceden nuevas
cosas, que transforman nuestras vidas y nuestro entorno. La conversión de los
seres humanos es una nueva oportunidad que no se debe dejar pasar. Dios nos ama
tanto, que quiere nuestra felicidad: que vivamos en harmonia, en paz y en amor
entre nuestros seres queridos. Quiere que todo mundo se salve y llegue al conocimiento
de la verdad. El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está generando nueva
humanidad.
P. Chava, SVD |
P. Chava,
SVD: Misionero del Verbo Divino, Vicario de la Parroquia Nuestra Señora de
Altagracia, Diócesis de Madrid,
España.