Éxodo 16,2-4.12-15; Salmo 77; Efesios 4,17.20-24; Juan 6,24-35
5 de agosto de 2018
P. Chava, SVD |
En la lectura del Éxodo Dios escuchas los gritos de desesperación por sentir hambre en el desierto, que era el preludio de su eminente muerte por falta de comida. Moisés actúa como intermediario, entre Dios y el pueblo, recibe las quejas del pueblo y las hace saber a Dios, el Señor responde con muchos milagros entre ellos les da de comer la carne de las codornices y el pan caído del cielo, el maná. Como dice el Salmo 77 “El Señor les dio un trigo celeste”.
P. Chava, SVD |
En la
lectura a los Efesios, san Pablo pide que los nuevos cristianos renuncien a su
pasada lleno de maldad, que dejen atrás su maldad, se desnuden de esa maldad,
para revestirse de su nueva naturaleza que Dios os da, para que su mente y su espíritu
los haga actuar de forma recta y en la verdad de Dios, dejando atrás toda
mancha de pecado que los haga alejarse de Dios y su comunidad.
En el evangelio Jesús da un discurso eucarístico, dice que no busquemos el alimento que perece y que siempre nos dará hambre después de comerlo; que busquemos el pan bajado del cielo, y ese pan es el mismo Jesús, quien coma de él jamás tendrá hambre quien bebe de él nunca tendrá sed. Jesús luego entonces se convierte en el alimento y bebida vital y esencial para el ser humano que vive con fe, y desde la fe que solo Dios le da la vida y Dios le prolonga su vida a través del alimento espiritual de comer al mismo Dios, en la forma eucarística del pan y el vino que Jesús consagra y hace sacramento.
Danos
siempre de este pan, que da la vida eterna, llénanos de tu amor, sácianos con
tus dones, atiende a nuestras suplicas y ayúdanos en nuestras necesidades. Pero
sobre todo danos tu verdad y haznos entender que no hay mayor alimento o bien
en este mundo que hacer ti voluntad y comer el pan que Tú nos das, como lo
conocemos hoy en día en el sacramento de la eucarística está depositado la
esencia de la vida eterna, pues Jesús se nos hace presente en la eucarística es
de forma real y eterna. En consecuencia nos da vida eterna cada vez que nos
alimentamos de Jesús.
P. Chava, SVD |
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