P. Chava, SVD |
Isaías 42,1-4.6-7; Salmo 28; Hechos de los Apóstoles 10,34-38; Mateo 3,13-17
8 de enero de 2017
Bautízame
Señor con tu Espíritu. Lávame Señor y que mis pecados quedarán más blancos que
la nieve. Pues es Tú eres amor puro y con tu amor nos purificas de todos
nuestros males. Por lo mismo nos invitas hacer lo mismo, sanar a la humanidad a
fuerza del amor.
En la profecía de Isaías
encontramos palabras de liberación y esperanza, el pueblo saldrá de la
esclavitud y volverá a ser su pueblo escogido. Para esto envía a su mensajero y
su libertador como garante de su palabra.
Se hará justicia en el Pueblo vivirán conforme a la ley de Dios. En
tiempos de guerra el pueblo anhela la paz, por eso el pueblo cantará el Salmo
28: “El Señor bendice a su
pueblo con la paz”.
P. Chava, SVD |
En la segunda lectura en la
de los Hechos de los Apóstoles encontramos la síntesis del inicio de la predicación
de Jesús: comenzó con su bautizo de manos de Juan el Bautista en el Jordán, en
Galilea. Jesús pasó haciendo el bien y expulsando a los demonios, pues tenía autoridad
y poder para sanar al pueblo de sus aflicciones.
El Evangelio de Mateo nos
recrea con lujo de detalle como Jesús es ungido por el Espíritu Santo y Dios da
fe de que es su Hijo amado. En unas cuantas palabras vemos la Santísima Trinidad
reunida, para iniciar una nueva creación desde la purificación de los pecados
del pueblo para llevarlos a una libertad física y espiritual.
Iniciamos nuestro caminar
como pueblo escogido por Dios, con el bautismo rompimos los muros de raza y
cultura. La Iglesia reconoce en el bautismo como sacramento que santifica,
sana, y perdona los pecados; en el bautismo nos unimos a Cristo y a su Iglesia
para siempre, formamos así el nuevo pueblo de Dios escogido por Él.
P. Chava, SVD |
P. Chava, SVD: Misionero del Verbo
Divino, Vicario de la Parroquia Nuestra Señora de Altagracia, Diócesis de Madrid,
España.
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