miércoles, 7 de septiembre de 2016

Somos pecadores perdonados, 24º del Tiempo Ordinario, Ciclo C

P. Chava, SVD
24º del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Éxodo 32,7-11.13-14; Salmo 50; Timoteo 1,12-17; Lucas 15,1-32
Domingo, 11 de septiembre de 2016

Somos pecadores perdonados, porque todas las personas somos débiles por naturaleza en el nuestras debilidades humanas: nuestras tendencias y vicios que nos pervierten y alejan de Dios, y de su buen camino a la vida eterna. Por eso Dios usa su tiempo y energías para salvarnos de nuestra autodestrucción por el pecado.

En el libro de Éxodo, vemos el dilema que tiene Yahvé con su pueblo escogido, que volvió a la idolatría por su falta de fe en el desierto; Moisés intercede ante Dios y le hace recordar el juramento que le hizo a Abram, que de sus descendientes formaría un gran pueblo más grande y basto como las estrellas del cielo y las arenas del mar, y con este recordatorio Moisés consigue apaciguar la ira del Señor. Por eso podemos confiar en la misericordia de Dios como dice el salmo 50: “Me pondré en camino adonde está mi padre”.

P. Chava, SVD
En la carta de Timoteo, San Pablo habla de su conversión y llamado del Señor, para ser ministro de su gracia, porque Dios tuvo misericordia de Pablo y lo hizo su ministro entre los gentiles, poniéndolo a él como ejemplo de conversión delante de los hombres y mujeres pecadoras; Pablo recibió el perdón de sus pecados y se convirtió fiel discípulo del Señor para la gloria de Dios.

En el evangelio de Lucas, Jesús no habla de la misericordia de Dios con tres parábolas: la oveja perdida, la moneda extraviada, y el hijo pródigo. En los tres casos nos habla de pérdida, búsqueda y encuentro con gran alegría: haciendo referencia directa a las personas extraviadas y perdidas por el mal camino del pecado y negación de Dios. Sin embargo Dios hace lo imposible para buscarlos, encontrarlos, curarlos de sus heridas, y mostrar la alegría del recuentro con una gran fiesta que hasta los ángeles de cielo se alegran por un pecador arrepentido que por cien justos que no necesitan arrepentirse.

P. Chava, SVD
El Señor nos dio la vida, por eso nos ama tanto, que cada uno de sus hijos vale tanto como cien de ellos. Por eso su dolor es grande cuando se pierde uno de ellos, y hace una gran fiesta en el cielo por cada hijo recuperado de sus vicios; de sus pecados; de su pérdida de sentido por la vida. Dios perdona nuestros pecados; sálvanos de nuestros egoísmos que nos estrangulan y asfixian; que no nos dejan vivir libres y en paz; que nos alejan de tu amor incondicional. Señor tú eres amor y eres misericordioso, por eso Señor te amamos por el mucho amor que nos das.


P. Chava, SVD: Misionero del Verbo Divino, Vicario de la Parroquia Nuestra Señora de Altagracia, Diócesis de  Madrid, España.

 

 

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