sábado, 17 de agosto de 2019

Bendíceme Señor, 20º Tiempo Ordinario, Ciclo C


20º Tiempo Ordinario, Ciclo C
Jeremías 38,4-6.8-10; Salmo 39; Hebreos 12,1-4; Lucas 12,49-53
14 de agosto de 2016


P. Chava, SVD
Bendíceme Señor, protégeme de todos los males y de todos los peligros, que se haga tu voluntad en mí, y que sepa discernir tus designios en mi vida.



En la primera lectura es el profeta rechazado por su pueblo y por el poder del gobierno, ante esta presión de rechazo Jeremías es condenado a la muerte, con una tortura previa de vivir en un pozo lleno de fango y sin pan, para que muera de hambre y de enfermedad.  Pero Dios se hace presente en la misericordia del amigo que intercede ante el Rey para que saquen a Jeremías de esta muerte violenta. Dios lo salvo.



En la carta a los Hebreos, el sentido esencial de estas palabras es de motivar a los cristianos a Seguir a Jesús: en la carrera camino a la cruz; camino a la vida eterna; para librarnos del pecado y de todo aquello que intenta alejarnos de Dios. Es Dios nuestra meta, y Jesús es el claro ejemplo de alcanzar la meta celestial pues Él ya venció el pecado de este mundo, y ha sido glorificado por Dios nuestro Señor, porque permaneció fiel mismo en la tribulación; Por eso Jesús goza del reconocimiento de Dios y está sentado a su derecha para regir a los pueblos.


En el evangelio de Lucas, Jesús profetiza que quien quiera seguirle tendrá que vivir el drama de la división familiar o comunitario. Pues, los cristianos nos distinguimos muy a menudo por nuestros valores de fe, amor, fidelidad, humildad, entrega, servicio, perdón, compasión, paz, etc. y que muchas veces estos valores o formas de ser no son compatibles con la opinión y modos de vivir del resto de nuestras familias, amigos y sociedad. Sin embargo, el que confía en Dios, recibirá su recompensa, pues Dios lo bendecirá y protegerá de todos los males.



P. Chava, SVD
La palabra de Dios nos invita a confiar en el Señor, mismo en la tribulación, pues quien confía en Dios no será defraudado, porque Dios está en todas partes y sabe todo lo que nos pasa, porque Dios no permanece inerte ante el sufrimiento de sus hijos. Dios salva y ayuda de diversas maneras, cuando reconocemos que lo hace con nuestras familias y nuestras comunidades cristianas, es decir la Iglesia en toda su expresión, en cada cristiano comprometido con su prójimo, esté donde esté. Dios nos salva y libera de todos nuestros males. Por eso Dios nos bendice y nos santifica, porque cuida de los suyos.



P. Chava, SVD
P. Chava, SVD: Misionero del Verbo Divino, España.




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