miércoles, 23 de marzo de 2016

Jueves Santo, Ciclo C

P. Chava, SVD
Jueves Santo, Ciclo C
Éxodo 12.1-8.11-14; Salmo 115; 1 Corintios 11,23-26; Juan 13,1-15
Jueves, 24 de marzo de 2016



“Sacerdote para siempre quiero ser”, es la letra de un canto de Jesed que me encanta escuchar. Estando Jesús en Jerusalén se reunió con sus discípulos para celebrar la Pascua. Ahí renovó la alianza de Dios con su pueblo, al hacer un nuevo sacrificio; el más puro y el más perfecto; es Jesús mismo quien se ofrece así mismo para darnos vida eterna, y desde entonces los cristianos celebramos este memorial como el sacramento que nos da vida eterna.


En el libro de Éxodo Moisés y Arón  preparan la noche de su liberación y lo hacen con un rito de comunión familiar, con signos que debe de perdurar de generación en generación. El salmo 115 hará una referencia del signo del cordero sacrificado ahora con la sangre de nuestro redentor Jesús: “El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo”.


P. Chava, SVD
En la lectura de san Pablo a los Corintios, nos habla de la nueva alianza de Jesús con el pueblo de Dios; nos habla del memorial que hizo Jesús en la última cena cuando se juntaron para celebraron la Pascua. En esa cena Jesús consagra el pan y el vino para que se conviertan en su cuerpo y en su sangre; como hoy le conócenos: "es el sacramento de la eucarística",  y desde entonces en las misas celebramos este sacramento; fuente del amor de Jesús para con su pueblo, pues en cada celebración renovamos la nueva alianza y nos alimentamos del mismo Jesús.


En el evangelio de Juan, nos trae a la memoria, los acontecimientos sucedidos aproximados unos 2000 años atrás. Jesús con humildad da una lección de vida a sus discípulos y a todos los creyentes, que siendo Jesús el Señor se puso a servir a los suyos, ese es el sentido de la fe: en todo amar y servir.


El gesto de servir y lavar los pies de sus discípulos, Jesús destina a la Iglesia y a todos los que la conformamos a la misma, a asumir nuestra vocación y es la de servir con humildad a nuestros hermanos, a dedicar nuestras vida a ayudar a nuestro prójimo. El sacramento de la eucarística nos alimenta y nos invita a estar unidos en Cristo. Jesús instituye el sacerdocio como sacramento para poder hacer el gran milagro que vivimos en cada eucarístia: “la transustanciación”, ya no es pan, ya no es vino, es el cuerpo y la sangre de Cristo presente en la misa porque así lo quiso Jesús. Y los curas son los siervos que tienen la gracia de Dios (por el Espíritu Santo fueron consagrados y reciben de Dios esta gracia inestimable) para poder hacer posible esta realidad.


P. Chava, SVD
P. Chava, SVD: Misionero del Verbo Divino, Vicario de la Parroquia Virgen del Alba, Alcorcón,   (Diócesis de Getafe),  Madrid, España. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario