Domingo de la Pasión- Ciclo C
Isaías 50,4-17; Salmo 21; Filipenses 2,6-11; Lucas 22,14–23,56
Domingo, 14 de abril de 2019
Isaías 50,4-17; Salmo 21; Filipenses 2,6-11; Lucas 22,14–23,56
Domingo, 14 de abril de 2019
P. Chava, SVD |
Jesús me salvo. El chivo expiatorio es el ser sacrificado por el bien
común, para purificar los pecados o culpas del pueblo o de un grupo de
personas. Consiste en cambiar una vida por muchas, en sacrificar al inocente
por el pecador. Eso fue lo que hozo Jesús por la humanidad, el dio su vida para
salvarnos de nuestros pecados.
En el libro de Isaías, habla de la vocación que el profeta tiene para con
su pueblo por orden de Dios: y es la de consolar y fortalecer al pueblo en
tiempos de la esclavitud. En este pasaje nos narra la fortaleza espiritual y la
fe, que tiene el siervo sufriente del Señor ante la opresión y humillación que
recibe. Pero el siervo no se inmuta, pues es Dios quien lo fortalece en la
desgracia, es Dios quien lo consuela y rescatará de en medio de tanto dolor. El
pueblo de Israel en la calamidad recitará: el salmo 21 “Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?”.
En la carta a los Filipenses, se resalta las dos naturalezas de Jesús: la
humana y la divina, pero Jesús siendo el Hijo de Dios se hizo uno como
nosotros, un hombre lleno de fragilidades mostrando su condición humana; Jesús
al asumir nuestra naturaleza nos une a Él, por eso con su muerte morimos y con
su resurrección resucitamos, pues obedeciendo al Padre es como nos salvó, dando
su vida por nosotros, nos rescató de la esclavitud del pecado, para devolvernos
la dignidad de ser hijos de Dios.
P. Chava, SVD |
En el evangelio según san Lucas,
recordamos la pasión de Jesús: el jueves por la noche es detenido y acusado de
alta traición, pasando por un juicio oral, fue condenado a muerte, por injurias
y mentiras de sus acusadores movidos por la envidia y el odio hacia Jesús. A
Jesús sólo le queda asumir la tortura y carga con la cruz, hasta su suplicio en
el lugar donde morirá para remisión de nuestros pecados. Es ahí donde pueblo
realmente descubren que en verdad Jesús es hijo de Dios. Todos lloran su muerte
hasta la naturaleza resiente la muerte de su Señor.
A largo de nuestra historia nos encontraremos a muchos inocentes que mueren
por culpa de sus verdugos; experimentaremos la maldad hecha carne. Jesús lo
hizo, muchos mártires, y luchadores por la paz y la justicia mueren a
diariamente a manos del poder económico, político y religioso, con la excusa de
mantener estatus y normas que los mantienen en su poder. Poro el inocente y el
débil no debe tener miedo, pues cuenta con Dios para hacer un contrapeso, y de
este modo traer la esperanza de que no todos son malos, que hay muchos que son
justos y buenos, y que por ellos hay que luchar para mantener la vida del ser
humano por encima de los valores económicos o de cualquier otro poder, que
intenta acabar con el ser humano y sus derechos a la vida.
P. Chava, SVD |
P.
Chava, SVD: Misionero del Verbo Divino, Vicario de la Parroquia Nuestra
Señora de Altagracia, Diócesis de Madrid, España.
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