Deuteronomio 8,2-3.14b-16a; Salmo 147; 1 Corintios 10,16-17; Juan 6,51-58
Domingo, 18 de junio de 2017
P. Chava, SVD |
En la primera lectura el libro
del Deuteronomio, nos hacer recordar lo que hizo Dios con su pueblo escogido,
cómo los liberó de la de la esclavitud de Egipto y en el medio de la desgracia
de llegar al desierto y a pesar vivir en un lugar tan terrible como el desierto,
Dios salva al pueblo de morir: “de hambre y de sed”, dándoles el Maná que viene
del cielo y el agua que surge de entre las piedras. Por eso cantemos las
maravillas de Dios con el Salmo 147: “Glorifica al Señor, Jerusalén”.
P. Chava, SVD |
En la segunda lectura San Pablo
nos recuerda la importancia de la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
pues nos ayuda a permanecer unidos en comunidad, al mismo tiempo que nos
alimentamos de Él.
En el Evangelio, Jesús nos
asegura la vida eterna al consumirle a Él en las especias del pan y del vino,
que una vez consagradas se transforman en su Cuerpo y en su Sangre, para darnos
vida en plenitud.
Gracias Dios por alimentarnos y
permanecer unido a tu pueblo con la Eucarística. Te
bendecimos y te glorificamos Señor porque sólo Tú eres grande; Tú eres tres
veces Santo, el Señor de señores; el Rey de reyes; Porque a Ti, Señor, te pertenece, toda la gloria y el poder, por
los siglos de los siglos.
P. Chava, SVD |
P. Chava, SVD: Misionero del Verbo Divino, Vicario de la Parroquia Nuestra Señora de Altagracia, Diócesis de Madrid, España.
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