21º Tiempo Ordinario, Ciclo C
Isaías 66,18-21; salmo 116; Hebreos
12,5-7.11-13; Lucas 13,22-30
25 de agosto de 2019
P. Chava, SVD |
Dios llama para la salvación, dentro de
nuestro devenir en la historia, el ser humano tiene la opción de aspirar a lo
transcendente, ir más allá de lo evidente y de lo material, en el camino
espiritual hacia la vida eterna y hacia la casa del Padre, tendremos que
purificarnos de nuestros pecados y dependencia a lo material, para buscar
lo esencial que es Dios; porque Dios es nuestro origen y nuestro fin en la
vida.
En el libro de Isaías, el
profeta proclama la bendición del Señor para el pueblo de Israel, en el
post-exilio, Jerusalén está totalmente destruida y hay que construirla de
nuevo, por eso Isaías transmite la esperanza de prosperidad, abundancia y
bendición por parte de Dios. Con esto se entiende el poder de Dios, para
salvar, sanar, bendecir, construir a una nación: a su pueblo escogido: el
pueblo de Israel. Son buenas noticias por eso podemos aclamar al Señor con el
salmo 116 “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”
P. Chava, SVD
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En la carta a los Hebreos, se justifica
el amor de Dios como el amor que corrige y reprende las acciones malas de su
pueblo, para hacer de él un buen hijo, es decir, el pueblo de Dios está llamado
a ser un pueblo santo y entregado al servicio de su prójimo y de Dios. Por
eso era necesario la corrección para tener una vida honrada y en paz; para que
nos fortalezcamos en alma y cuerpo; para que caminemos rumbo a la casa del
Padre Dios.
En el evangelio de Lucas, es Jesús quien
insiste a sus discípulos en esforzarse en entrar por la puerta estrecha al
Reino de los Cielos, pues muchos serán los llamados pocos los elegidos. La
salvación será para quien ante los ojos de Dios han merecido la salvación por
su fe, sus obras de caridad, su fidelidad y entrega a Dios y a su prójimo. Pues
no basta con saber quién es Dios, sino que hay que poner en práctica sus
enseñanzas con nuestras vidas.
P. Chava, SVD |
En el caminar de los años, en nuestra
peregrinación por la tierra, disfrutaremos de las maravillas de Dios. De
nuestros hermanos en Cristo, de la humanidad en general, de cuanto el hombre y
la mujer han creado para sí mismos y para los demás. Pero sobre todo no debemos
perdernos en el camino, pues nuestra meta y nuestro fin último, es llegar de
nuevo a la casa del Padre, para esto tendremos que esforzarnos para
purificarnos de nuestros pecados. Y salvar nuestra alma y cuerpo, para gloria
de Dios.
P. Chava, SVD: Misionero del Verbo Divino, Estella, España.
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