Sirácide 27,33-28,9; Salmo 102; Romanos 14, 7-9; Mateo 18,21-35
17 de septiembre de 2017
P. Chava, SVD |
P. Chava, SVD |
Dios pide misericordia, y lo hace con el ejemplo, para poder salvar al mundo es necesario el amor y el perdón profundo que tengan todos sus hijos entre sí.
En la primera lectura el libro de Eclesiástico
nos recuerda la importancia de perdonar para que podamos ser atendidos y
perdonados por Dios. Lo importante es no enojarnos con nuestro prójimo y si lo
hacemos hayque reconciliarnos con él,
pues será de vital importancia para conseguir la misericordia de Dios. El Salmo
102 nos recuerda la esencia de Dios: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a
la ira y rico en clemencia”.
P. Chava, SVD |
En la segunda lectura san Pablo nos afirma
que Jesús es Señor de vivos y de muertos, como resultado de su sacrifico en la
cruz y de formalizar una nueva alianza en la eucaristía instituida en la última
cena; Jesús al dar su vida nos salvo de la muerte y de nuestros pecados.
En el evangelio de Mateo, Jesús responde a Pedro
sobre el límite que hay que tener perdonar a alguien, pero el Señor le responde
que no solo tiene que perdonar hasta siete veces sino hasta setenta veces siete,
es decir, no hay que poner límites para perdonar; además añade una parábola sobre el perdón: así como el rey
llega a perdonar a quien tiene misericordia de su hermano, pero advierte que él
que no lo hace se condena a sí mismo, pues se cerró a la misericordia de Dios y
de su hermano.
Dios es amor, y una muestra de su amor es el
perdonar, por eso Dios: perdona mis pecados, perdona mis faltas, perdona mis
ofensas, así como perdono a los demás.
P. Chava, SVD: Misionero del Verbo
Divino, Vicario de la Parroquia Nuestra Señora de Altagracia, Diócesis
de Madrid, España.
P. Chava, SVD |
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