P. Chava, SVD |
Isaías 66,10-14c; Salmo 65; Gálatas 6,14-18; Lucas 10,1-12.17-20
Domingo, 3 de julio de 2016
Dios nos envía a construir el Reino de Dios desde la
fragilidad del ser humano, porque en este mundo inmenso y maravilloso, hace
falta hacer visible la presencia del Reino de Dios; para que se haga visible el
amor de Dios, su justicia y su paz entre los hombres.
En el libro de Isaías estamos en el culmen de la
historia del Pueblo de Israel, ya término la esclavitud en Babilonia, y Dios
con su brazo fuerte los regresa a Jerusalén, pero ahora tienen que comenzar de
nuevo, todo está destruido, el Templo, la moral, las tradiciones, en fin tienen
que comenzar de nuevo y es ahí donde el profeta Isaías en el nombre de Yavé, les
devuelve la esperanza de restauración Jerusalén, con la ayuda de la providencia
de Dios, que hará de Israel un pueblo importante para el mundo y lo hará crecer
en la abundancia hasta saciarse.
San Pablo va insistir en la nueva humanidad; el ser
humano tiene que incorporarse a Cristo para poder salvarse, porque ya no serán tanto las formas y las
tradiciones las que salvan sino la gracia de Dios es lo que de verdad salvará
al mismo hombre de sus pecados y de su autodestrucción. Por eso insiste san
Pablo en estar unidos a Jesús, porque Él es nuestro salvador.
P. Chava, SVD |
Dios protege a su pueblo de la maldad que genera el
mismo hombre, por eso quiere enviar a seres humanos comprometidos para que hablen
y construyan el Reino de Dios; personas entregadas para ayudar en la evangelización;
entregadas al servicio del prójimo, para sembrar en los corazones de los hombres
la paz, el perdón, la justicia y el amor que vienen de Dios. Jesús es quien nos
llama a seguirle, para aprender: “de sus
palabras de vida eterna” para luego, vivirlas en nuestra gran comunidad y
familia que es la Iglesia y en el mundo que es nuestro hogar.