Domingo de Ramos, Ciclo A
Isaías 50,4-7; Salmo 21; Filipenses 2,6-11; Mateo 26,14–27,66
2 de abril de 2023
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P. Chava, SVD |
Morir por amor, es la muerte que sabe a miel, pues Jesús
siendo Hijo de Dios, no quería morir, lo muestra su agonía psicológica y su
sudor con sangre en el huerto de los Olivos (Lc 22,44), pero el designio de
Dios indica que tenía que ser de esa forma como tenía que padecer en la cruz
para salvarnos, por eso Jesús dice a Dios: "Padre, si quieres, aparta
de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya"
(Lc 22,41-42), y sin más acepta el servir a Dios hasta sus últimas
consecuencias.
En la primera lectura Isaías, narra la pasión del
siervo de Dios y que sufre en el exilio del pueblo de Israel en Babilonia; Lo
que llama la atención que el siervo de Dios sufre sin oposición, sin gemidos,
con aceptación al dolor y la tortura, para mostrar el poder de Dios, porque
Dios ayuda sus elegidos, es decir, el Señor lo ayudó, por eso no sentía los
ultrajes. Si el Señor esta de nuestra parte a ¿quién temeré?, pues en mi
debilidad Dios me fortalece.
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P. Chava, SVD |
En la carta a los Filipenses, san Pablo nos hace
teología, descubre las dos naturalezas de Jesús, es decir, la humana y la
divina; además nos señala la soteriología de Dios, es decir, el plan salvífico
de Dios que implemento para salvar al ser humano de su autodestrucción. Y la
salvación sólo pudo llegar a su plenitud con la encarnación de Jesús y la
transmisión de su mensaje de salvación complementado con el legado que nos dejó
para vivir y celebrar hasta el final de los tiempos como son los sacramentos
que administra la Iglesia y con la implantación del Reino de Dios y su justicia
en nuestra realidad aquí y ahora.
En el evangelio según san Mateo, tenemos la síntesis
de la pasión de Jesús, es el clímax de los evangelios, pues es la parte vital
del texto donde se revela sin tapujos la identidad de Jesús, y su finalidad de
porque llamó, enseñó, organizó y preparó a sus discípulos, escogió a doce de
los que Dios le envío, vivió con ellos por lo menos unos tres años. “Ha llegado
su hora”, Jesús en la última cena nos deja sus sacramentos que da la “impronta
y ser” de la Iglesia, la eucarística, la orden sacerdotal, el perdón
de los pecados por la gracia de Dios, el llamado al servicio y el
amarnos unos a otros con signo visible del amor de Dios en la tierra; los
discípulos después de la pasión de Cristo, serán su memoria viviente, de este
hombre y Dios en un sola persona; de este Mesías; de este rey ánimo.
El texto de la pasión de Cristo narra el drama que
padece Jesús por parte de sus discípulos, la traición y negación de sus
discípulos de alta confianza: Judas el ecónomo de la comunidad y Pedro el
segundo líder del grupo; la incomprensión del mismo pueblo de Dios que se
corrompe y le condena a la pena capital de la cruz. Por otra parte, los líderes
religiosos y políticos sacan ganancias con la muerte de Jesús: una paz aparente
y una estabilidad económica, religiosa y política. Solo los
incondicionales (mujeres y algunos seguidores) y sin nada que perder más que la
propia vida, siguen a Jesús hasta la cruz y después de su muerte hasta la
tumba.
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P. Chava, SVD |
Jesús muere en la cruz, él muere humillado, torturado
y sin clemencia, muere un inocente en la cruz, muere nuestro Dios y hermano,
muere con él nuestra inocencia y parte de nuestra humanidad; pues la causa de
muerte fue el odio y la incomprensión de quien era de verdad Jesús; tras su
muerte de Cristo, la cruz se convierte en el signo más visible del amor de
Dios, pues tanto amo al mundo que envió su único Hijo amado para salvarnos,
tanto nos amó Dios que nos entrega a su propio Hijo (Juan 3,16). Por eso en Semana
Santa hacemos memoria de este amor de Dios hacia el hombre, de un Hijo que ama
tanto a Dios y a la humanidad que da su propia vida para salvarnos.
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P. Chava, SVD |
P. Chava, SVD,
Misionero del Verbo Divino, Vicario de la Parroquia Verbo Divino, Diócesis de
Getafe, Leganés, Madrid, España.
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