2º Domingo
después de Navidad
Eclesiástico
24,1-2.8-12; Salmo 147,12-13.14-15.19-20; Efesios 1,3-6.15-18; Juan 1,1-18
2 de enero
de 2022
El amor es el sentimiento
que genera vida. Por ejemplo, el amor mueve a las personas y al mundo. Hay gente
que vive para generar amor, personas que son capaz de hacer cosas por el amor.
Ellas están motivadas por el amor hacia su familia, y a sus seres queridos. Dedican
mucho de su tiempo, de su experiencia y de su entusiasmo para satisfacer las
necesidades de sus seres amados. El amor a la humanidad, impulsó a Dios para
darnos a su propio Hijo, para que se encarnara, se hiciera un hombre. Su Hijo:
Jesús, que es el Verbo Divino.
P. Chava, SVD |
En la carta a los
Efesios vemos que Jesús nos trae una gran bendición de Dios al encarnarse, pues
se revela parte del misterio del Señor: Dios es amor y en consecuencia, como
acto de amor, se encarna para estar más cerca de nosotros. Por eso la
encarnación de Jesús, nos eleva a la dignidad de ser Dios. Jesús el Emanuel el
Dios con nosotros, hace visible este gran hecho en la historia de la humanidad.
La revelación de Jesús, coloca a la humanidad, a la misma dignidad de ser sus
hijos, por medio de la fe en el Verbo Divino, que es Jesús.
P. Chava, SVD |
En el evangelio
en el Prólogo de san Juan: nos sintetiza el misterio de la economía de la
salvación de Dios, es decir, el proyecto que Dios tiene para la humanidad. Pues
primero crea todo cuanto existe, siendo el hombre el culmen de su creación. Dios
decide irrumpir, en la historia de la humanidad, en circunstancias concretas:
en un pueblo (Israel), en una época (en la plenitud delos tiempos) y sus
circunstancias: oprimido por el imperio de la época (Roma). Jesús es el Verbo
Divino que existía desde siempre y se encarna, en la realidad del pueblo de
Israel. Pero muchos rechazaron a Jesús, no creyeron en él. Pero los que lo llegaron
aceptar, se convirtieron en sus seguidores y al mismo tiempo participaron de la
dignidad de ser hijos de Dios.
El mundo se deja
llevar por la indiferencia, por la frialdad del rechazo y exclusión, donde sólo
el que produce es útil y el resto se convierte en escoria, en personas
desechables. Por eso el amor de Dios nos vino a recordar que somos “personas
valiosas para Dios” porque somos sus hijos. Al unirnos con Jesús, por medio de la
fe y los sacramentos, nos hace recordar que somos hijos de un mismo Padre, que
es Dios. Y el Verbo se hizo carne y habito entre nosotros.
P. Chava, SVD: Misionero del Verbo
Divino, Párroco in solidum de las unidades pastorales en Villatuerta, Oteiza,
Noveleta, Grocín y Murillo, en Navarra, Diócesis de Pamplona.
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