Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43; Salmo 117; Colosenses 3,1-4; Juan
20,1-9
21 de abril de 2019
21 de abril de 2019
P. Chava, SVD |
Creer para ver, es el
proceso para comprender el misterio de Dios en nuestras vidas. Pues, aunque la
gran mayoría de los creyentes no son testigos oculares de lo que sucedió hace
casi dos mil años con Jesús, sabemos que padeció, murió y resucito de entre los
muertos; el kerigma se convirtió en la motivación principal de la expansión de
la Iglesia por el mundo entero.
En Hechos de los
Apóstoles, es Pedro, el porta voz de la tradición, porque él hace memoria de
los acontecimientos ocurridos en el pueblo de Israel con Jesús de Nazaret.
Pues la muerte de Jesús en la cruz lejos de convertirse en una derrota se
convierte en una victoria sobre el pecado; pues con su muerte nos limpió de
nuestros pecados; confesar la fe en Jesús nos da vida eterna, y nos une a una
nueva nación que se llama pueblo de Dios, es decir, la instauración del Reino
de Dios en nuestra realidad, pues es Dios quien gobierna al donarse así mismo.
Dios tiene autoridad sobre vivos y muertos y es tal autoridad porque tiene el
poder de resucitar a Jesús de entre los muertos, por ende, tiene poder para dar
la vida a todos los que confiamos en los designios de Dios. Por eso los nuevos
cristianos pueden cantar el salmo 117: “Éste es el día en que
actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”.
San Pablo en la carta
a los colosenses exhorta a los nuevos cristianos a fijar su mirada y sus
aspiraciones a los bienes de la eternidad, es decir, llegar a estar con Dios
allá arriba en la casa del Padre y no concentrarse demasiado en los bienes que
el mundo nos ofrece; que nos intensa seducir por sus valores: "económicos,
de poder o de placer". Porque en Cristo morimos y en Él resucitaremos,
por eso nuestra vida tiene que tener ese deseo de estar siempre unidos a Jesús.
Tanto en nuestra vida terrenal como en la vida posterior a la muerte corporal.
En el evangelio de san Juan, nos narra la resurrección de Jesús con "la ausencia del cuerpo", significando que Jesús ya no está en el sepulcro, no porque se hayan robado el cuerpo, sino para que comprendamos que tenía que ser así, Jesús al tercer día tenía que resucitar, por eso el discípulo Juan: "vio y creyó"; Pedro creyó y los demás cristianos creemos en las profecías y en su cumplimento. Suena contradictorio, pero, es así, "como funciona la fe:" no necesitamos ver para creer, sino necesitamos creer para ver: “ver que Dios actúa en nuestras vidas sin que nos demos cuenta”; “que Dios siempre ha estado ahí y aunque no Lo veamos”, es real, Dios obra en el ser humano.
P. Chava, SVD |
P. Chava, SVD |
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