P. Chava, SVD |
Zacarías 9,9-10; Salmo 144; Romanos 8,9.11-13; Mateo 11,25-30
Domingo, 9 de julio de 2017
Dios nos fortalece y consuela, en nuestros momentos de debilidad Él viene a nuestro auxilio. Con Dios de nuestro lado nada nos puede faltar, nada malo puede estar encima de su poder; confió en Dios, Él me salvará.
En la primera lectura:
la profecía de Zacarías es para consolar al pueblo de Israel, de la opresión,
pues vendrá el Mesías y traerá la paz, se acabaran los instrumentos que causan
muerte y miedo; él vendrá con un signo de paz: montado en un burro. Al levantar
las esperanza de vida cantaremos el Salmo
144: “Bendeciré tu nombre por
siempre, Dios mío, mi rey”.
En la segunda lectura san Pablo dice a los romanos: que todos tenemos el mismo Espíritu de Cristo y estamos unidos en ese mismo Espíritu a Dios, por tanto así como este Espíritu resucito a Jesús así nos resucitará a nosotros porque nos alejamos de todo aquello que nos lleva al pecado y a la muerta pues nuestras debilidades de la carme; por lo mismo en nuestra conciencia está presente el diferenciar lo bueno de lo malo para alcanzar la vida eterna con la ayuda de Dios.
En la segunda lectura san Pablo dice a los romanos: que todos tenemos el mismo Espíritu de Cristo y estamos unidos en ese mismo Espíritu a Dios, por tanto así como este Espíritu resucito a Jesús así nos resucitará a nosotros porque nos alejamos de todo aquello que nos lleva al pecado y a la muerta pues nuestras debilidades de la carme; por lo mismo en nuestra conciencia está presente el diferenciar lo bueno de lo malo para alcanzar la vida eterna con la ayuda de Dios.
P. Chava, SVD |
En la lectura del
evangelio: Jesús da gracias a Dios por escoger a los humildes y sencillos para
hacerles ver su presencia; los invita a descansar en su paz de sus sufrimientos;
pues así como Jesús ha padecido, y por amor lo ha soportado todo así el que se
acerca será consolado y fortalecido en el Señor. Del mismo modo los puros de
corazón verán la presencia de Dios en sus vidas, y mismo en los mementos buenos
como en los malos.
Dios consuela, ayuda,
y sana nuestras heridas; con Dios a mi lado nada temo, el me salvará de la
muerte, de mis pecados, de mis enemigos, de las personas que atentan contra mi
vida, de las personas que no buscan herirme. Señor en ti confió mi vida, te
entrego todo, quiero que se haga tu voluntad en mí, has de mi lo que quieras,
sea lo que sea lo acepto todo y te doy las gracias por cuanto me das y me
libras de mis males; te amo por siempre Señor.
P. Chava, SVD: Misionero del Verbo
Divino, Vicario de la Parroquia Nuestra Señora de Altagracia, Diócesis de
Madrid, España.
P. Chava, SVD |