P. Chava, SVD |
Jeremías 38,4-6.8-10; Salmo 39; Hebreos 12,1-4; Lucas 12,49-53
14 de agosto de 2016
Bendíceme Señor, protégeme de todos los males y de todos los peligros, que
se haga tu voluntad en mí, y que sepa discernir tus designios en mi vida.
En la primera lectura es el profeta rechazado por
su pueblo y por el poder del gobierno, ante esta presión de rechazo Jeremías es
condenado a la muerte, con una tortura previa de vivir en un pozo lleno de
fango y sin pan, para que muera de hambre y de enfermedad. Pero Dios se hace presente en la misericordia
del amigo que intercede ante el Rey para que saquen a Jeremías de esta muerte
violenta. Dios lo salvo.
P. Chava, SVD |
En el evangelio de Lucas, Jesús profetiza que
quien quiera seguirle tendrá que vivir el drama de la división familiar o
comunitario. Pues, los cristianos nos distinguimos muy a menudo por nuestros
valores de fe, amor, fidelidad, humildad, entrega, servicio, perdón, compasión,
paz, etc. y que muchas veces estos valores o formas de ser no son compatibles
con la opinión y modos de vivir del resto de nuestras familias, amigos y
sociedad. Sin embargo el que confía en Dios, recibirá su recompensa, pues Dios
lo bendecirá y protegerá de todos los males.
P. Chava, SVD |
La palabra de Dios nos invita a confiar en el
Señor, mismo en la tribulación, pues quien confía en Dios no será defraudado, porque
Dios está en todas partes y sabe todo lo que nos pasa, porque Dios no permanece
inerte ante el sufrimiento de sus hijos. Dios salva y ayuda de diversas
maneras, cuando reconocemos que lo hace con nuestras familias y nuestras
comunidades cristianas, es decir la Iglesia en toda su expresión, en cada cristiano
comprometido con su prójimo, esté donde esté. Dios nos salva y libera de todos
nuestros males. Por eso Dios nos bendice y nos santifica, porque cuida de los
suyos.
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