P. Chava, SVD |
Eclesiástico
3,2-6.12-14; Salmo 127; Colosenses 3,12-21; Lucas 2,41-52
27 de diciembre de 2015
¿En dónde podemos invertir
nuestras vidas? Sin dunda en lo más valioso que tenemos después de nuestra vida
y es nuestra “familia”. Porque la familia es la base de la vida, de la sociedad
y de la Iglesia, por eso una familia feliz y llena de amor puede traer
esperanza de futuro.
En el libro de eclesiástico
nos hace recordar el cuarto mandamiento de la ley de Dios: “honrar a nuestro
padre y a nuestra madre”, eso significa hacerles caso en todo y en la medida de
lo posible obedecerles, quererles, ayudarles en sus necesidades no importando
la edad o salud que ellos tenga, porque son nuestros padres.
En la carta a los
Colosenses nos refrenda el cuarto mandamiento de Dios y añade que los padres se
tiene que querer, respetar y amar; además la relación entre padres e hijos
tienen que ser lo mismo en un respeto mutuo como base del amor.
P. Chava, SVD |
En el evangelio según san
Lucas: José, María y Jesús suben a Jerusalén como era tradición en ellos, pero
Jesús no regreso, se quedo en el Templo para estar con su Padre Dios, mientras tanto
se instruía con los fariseos y gente del Templo de Jerusalén, fue hasta el
tercer día cuando María encuentra a su hijo. Jesús revela un poco su identidad
de ser Hijo de Dios, pero para los padres este detalle pasa desapercibido. Pasarán
los años y no sabremos más de Jesús, hasta que esté listo para iniciar a
anunciar la Buena Nueva, (José, morirá en este periodo de incógnita de la vida
de Jesús).
Cuando no sabemos diferenciar
lo bueno de lo malo; cuando no sabemos valorar lo que vale la pena y lo que es
prioridad en ese instante perdemos lo que más amamos sin darnos cuenta. Y eso
significa perderlo todo.
Por eso tenemos que
cultivar nuestro amor, como cuando sembramos semillas de frutas en la tierra:
manzana, peras, naranja, etc. para tener frutos; tenemos que sembrar en
nuestras familias, amor, paz, justicia, fidelidad, responsabilidad, y muchos
otros valores que unen a las familia; tenemos que invertir nuestro tiempo,
dinero, conocimientos y ganas de compartir la vida para que cada día que pasa
estemos más unidos.
Jesús
después de asustar a sus padres y cumplir la voluntad de Dios; deja en su madre
el valor que hay en toda familia: la marca o huella que dejamos en nuestros
seres queridos porque les importamos. Su madre conservaba todo esto en su
corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios
y los hombres. (Lucas 2, 50-52).
P. Chava, SVD |
P. Chava, SVD: Misionero del Verbo Divino,
Vicario de la Parroquia Virgen del Alba, Alcorcón, (Diócesis
de Getafe), Madrid, España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario