Éxodo 24,3-8; Hebreos 9,11-15; Marcos 14,12-16.22-26
Domingo,
7 de junio de 2015
P. Chava, SVD |
“Tomad y
bebed”, es el mandato de Jesús: “esto es mi cuerpo y mi sangre” que será derramada
para hacer una nueva alianza entre Dios y la humanidad; al mismo tiempo quien
comulga se adhiere a Cristo y recibe la vida eterna. Por tanto la eucaristía es
sacramento y es la memoria viva de la presencia del Señor en el corazón de la
comunidad. Hagan esto en memoria mía, nos dijo el Señor, y ya han pasado más de
2000 años; Y todo esto lo hacemos porque Jesús nos compra con su sangre, nos
alimenta con su cuerpo y nos purifica inmolándose así mismo, en cada misa, en
cada eucarística. Pues Jesucristo fue fiel al Padre quiso hacer la voluntad de
Dios, salvando la humanidad al purificarnos de nuestros pecados y llevándonos así
hacia el Padre con la construcción del Reino de Dios y su justicia aquí en la
tierra.
P. Chava, SVD |
Moisés, renueva la alianza del Pueblo de Israel con Dios, lo hace con los holocaustos y el derramamiento de sangre de los animales sobre el pueblo de Israel. El pueblo de Israel escucha los mandatos de Dios y se compromete a cumplirlos. El culto se vuelve liturgia que el pueblo debe repetir para no olvidar su alianza con Dios. Por eso el pueblo puede clamar a Dios con el Salmo 115 “Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor“.
P. Chava, SVD |
El Discípulo, que nos narra la carta
a los hebreos, ve el avance teológico que hace Jesús, ya no hay más muertes de
seres inocentes para agradar a Dios, pues el mismo Hijo de Dios (Jesús) que se
ofrece para derramar su sangre y con ello nos purifica y nos salva de nuestros
pecados.
P. Chava, SVD |
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